Había pasado varios años ahí, por ello, sabía a dónde ir y cuándo. Además, quería gozar un poco de la tranquilidad y quitarse de la mente la imagen de Marc sonriendo de esa forma tan espeluznante, y claro, aquello último que había pasado no le había gustado nada tampoco. Se frotó la mejilla haciendo una mueca, sinceramente no podía comprenderlo tendría que pedirle a alguien que le explicara la diversión de todo aquello, de su comportamiento el cual cualquier persona coherente podría clasificarlo de imbésil. Pero ella prefería pensar que, era un chico que necesitaba disciplina y saber respetar a las personas, cosa que no era posible que pasara. Eva tampoco tenía sentimientos positivos ni ideas magistrales que le ayudaran en la tarea, pero seguramente sería mucho mejor para los futuros alumnos que vendrían en cualquier momento, como habían dicho los directivos. Subió escaleras, mientras pasaba una mano por la pared y miraba hacia arriba, su equilibrio era perfecto, como el de un felino y sus pasos suaves e insonoros, también como los gatos. Ella tenía mucho de esos rasgos, pero no era demasiado astuta ni traicionera. Una vez en la azotea, se apoyó contra la pared y miró el cielo en silencio con los brazos cruzados, una vista muy bonita.